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Lo admito, no lo voy a negar... si sigo así sólo me queda empeorar e iría en contra de mi decisión de estar contenta siempre. Además, si mi F. lo supiera me avergonzaría demasiado.

Estoy triste...

Estaba preparada para que eventualmente mi F. consiguiera su súper trabajo tan deseado y que yo misma deseaba, así que estaba lista para ajustar mi vida a estar sola, de hecho, siempre me ha gustado estar sola, con la casa sólo para mí, todo ordenado como a mí me gusta y hacer sólo lo que yo quiero...
Pero no contaba con Thor. ¡Oh Dios! El pobre Thor está por el piso, la primera noche que pasamos solos, Thor se quedó despierto esperando frente a la puerta por mucho rato hasta que el frío y el sueño le ganaron. Yo, claro, no esperaba menos, pero ahora lo veo muy triste. Cada vez que alguien sube por las escaleras o se abre el ascensor, Thor para las orejas y escucha atento, para luego volver a echarse desilusionado y esperar y ¿pensar? o sentir la falta del F.
El canino ha sido mi talón de Aquiles, aquí me tienen a mí, con un suéter del F. durmiendo abrazada a su almohada y despertándome con el frío insólito que siente mi pie, cuando viaja a su lado de la cama...
Poff... ya me imagino que a muchos esto les resultará patético y hasta baboso, pero me he sentido bastante triste y patética estos días. Como en las películas, cada vez que salgo a la calle veo las parejas abrazadas y Thor ve a los perros paseando con sus "papás"... hacemos el dúo calamidad. Cuando regresamos a casa los primeros días Thor corría a asomarse al cuarto a ver si F. estaba por allí y cuando estamos jugando con la pelota, Thor está más pendiente de ver si se nos acerca un carro y se baja el F. que de aprovechar el rato de juego.
Además, y aunque los no amantes de los gatos no me crean, Luke ha estado extremadamente cariñoso conmigo y ahora acostumbra a esperarme en el dintel de la ventana junto con Zarina, mientras Thor y yo salimos a caminar. Su nuevo "puesto" favorito ha sido un pantalón del F. que se quedó doblado sobre su mesa de noche y que no he querido quitar le de ahí.
Lo peor de todo es que el F. no me ha llamado ni escrito todavía, así que no sé cómo ha estado desde que me llamó en el puerto, contándome que se iba a embarcar... ¡qué peste!
En fin, mañana pienso resolver toda esta tristecilla que nos embarga y volver a sonreír "de verdad verdad".