miércoles, febrero 22

De por qué ahora me he decidido a escribir...

Cuando estuve estudiando en la UCAB, me encontré rodeada de verdaderos talentos literarios. No sólo me refiero a todos los autores que tuve que leer... ;-) Hablo de algunos de mis ilustres colegas que tenían y tienen el don de la creación y expresión escrita. Yo misma me considero bastante limitada, pero las ganas de atreverme y lanzarme a escribir, han sido más fuertes en los últimos tiempos. Creo que mi fuerte será siempre la “escritura informativa” o las crónicas simples, pero por algún lado hay que empezar, ¿no? Por lo pronto les obsequio este texto que ha sido una de mis directrices sobre la seriedad y el oficio del escritor:

Para escribir un solo verso, es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas; hace falta conocer los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimiento hacen las florecitas al abrirse por la mañana. Es necesario poder pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas que hacía tiempo se veían llegar; en días de infancia, cuyo misterio no está aún aclarado; en los padres a los que se mortificaba cuando traían una alegría que no se comprendía (era una alegría hecha para otro); en enfermedades de infancia que comienzan tan singularmente, con tan profundas y graves transformaciones; en días pasados en las habitaciones tranquilas y recogidas, en mañanas al borde del mar, en la mar misma, en mares, en noches de viaje que temblaban muy alto y volaban con todas las estrellas -y no es suficiente incluso saber pensar en todo esto. Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, en las que ninguna se parece a la otra; de gritos de parturientas, y de leves, blancas, durmientes paridas que se cierran. Es necesario aún haber estado al lado de los moribundos, haber permanecido sentado junto a los muertos, en la habitación, con la ventana abierta y los ruidos que vienen a golpes. Y tampoco basta tener recuerdos. Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener paciencia de esperar a que vuelvan. Pues, los recuerdos mismos no son aún esto. Hasta que no se convierten en nosotros, sangre, mirada, gesto, cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos, hasta entonces no puede suceder que en una hora muy rara, del centro de ellos se eleve la primera palabra de un verso.


Fragmento de Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke.

¿Me entienden?

1 comentario:

Unknown dijo...

Se te entiende y tambien se apuesta a vos!
Animo, adelante mi querida amiga!!
Aquí estaré yo para acompañarte
Un abrazo cargado de felicidad!!!!!