Resulta que la Zarina me mordió. Me mordió con toda la fuerza que puede albergar su pequeño cráneo... y ahora me llaman del Departamento de Salud de Alberta, o algo así, para preguntarme por ella, su comportamiento, hábitos en los últimos días y por mí (¡!) Con seguimiento en 11 días y todo...
Una linda mañana de la semana pasada, cuando le fui a poner su collarcito a la Za que estaba mirando por la ventana, no me di cuenta que ella estaba viendo a un gato afuera. La Zarina es una pequeña guerrera, que ha asumido la protección de nuestra casa frente a todo gato ajeno que se le ocurra asomarse por la ventana. Se pone furiosa, maúlla, gruñe y lanza zarpazos a través de la malla antimosquitos. De haber visto yo al gato no habría estirado la mano y la Zarina no se habría sentido atacada y no me habría mordido... pero... yo no lo vi. Dando brincos de dolor y con los lagrimones corriéndome por la cara me fui al baño a que el agua helada me durmiera un poco el dolor. Uy, ¡qué dolor!
Me limpié con agua oxigenada, me puse una crema de esas antibiótico/calmante/cicatrizante/y más, pero no me sirvió de mucho, pasé el día con la mano sangrando un poquito e inflamándose. Mi dedo gordo de la mano izquierda, inutilizado. Piensen, así sean diestros como yo, cuántas cosas hace uno con las dos manos. Al día siguiente le pedí al F. que me llevara al hospital. Rapidito me revisaron, me miraron los cuatro huequitos donde entraron los colmillitos de la Za y me hicieron un montón de marcas en la mano, como si en vez de una gata, me hubiese mordido una serpiente. Me mandaron antibióticos.
Yo pensé que la historia terminaba ahí, hasta que recibí la fulana llamada que me dejó impactada. Nunca hubiese creido yo que a la Zarina la iban a reportar con las Fuerzas de la Ley. De hecho toda mordida de animales domésticos que sea reportada, se le hace seguimiento en este país, sea perro, gato, conejo, gallina, caballo, etc...
Una que no me sabía.